5.05.2010

Quien desenreda el cabello de un vagabundo


Tal vez hayas visto en alguna ocasión a esos vagabundos que duermen en la calle, visten harapos, comen desperdicios, llevan cantidades de maletas y bolsas y andan escoltados por varios perros. Y seguramente te has fijado en el aspecto de su cabellera, la cual ha adquirido la apariencia de una enorme esponja en la que es difícil distinguir los miles de hilos capilares individualmente. ¿Crees que un peine o un cepillo puedan penetrar allí y desenredar la madeja? Imposible, ¿verdad? Estas personas requieren un rapado total de cabeza, junto una buena dosis de compasión, un baño y una deliciosa comida caliente.

¿Y sabes cómo el cabello de estas personas indigentes adquirió esa condición? Con muchos días de no peinarse, no lavarse, acumular sudor, grasa y mugre. Y cualquiera de nosotros pudiéramos tener el cabello igual, porque también sudamos, secretamos grasa, lo ensuciamos y lo enredamos. La diferencia es que nosotros lo lavamos, lo peinamos y lo cortamos periódicamente. Y así también sucede en nuestro espíritu. Si no nos limpiamos de iras, rencores, pensamientos indecorosos, malicias, chismes, rumores, mentiras, envidias, celos y otros agentes contaminantes, en poco tiempo nuestra vida será interiormente como la cabellera de esos vagabundos, o como una oscura, húmeda y maloliente cueva llena de telarañas, murciélagos y serpientes venenosas. Es difícil que un ser humano se conserve impecable, puro 100%. Eso no sucede ni en lo físico ni en lo espiritual, pues en la parte material aunque evite a toda costa revolcarse en el lodo o tocar algo sucio, de todas maneras algunas partículas microscópicas de polvo que flotan en el aire lo van a alcanzar y se van a unir a su grasa y sudor corporal. Y en lo espiritual, por mucho que se cuide de no contaminarse, algunas pequeñas partículas infecciosas se le pueden adherir y tratar de dañarle. Por eso hay que seguir dos consejos que Juan le daba a sus discípulos en su primera epístola: Hijitos, les escribo para que primeramente no pequen, para que traten de mantenerse bien limpios. Pero, en segundo lugar, si llegan a verse alguna manchita, lávense de inmediato, recuerden que tenemos como defensor a Jesucristo, para que nos dé una buena lavada. Así que no me vengan con el cuentico de que no tienen suciedad. Ya no se engañen ni le digan mentiroso a Dios.

Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.

4.29.2010

Fieles hasta la muerte

(Los apóstoles) salieron de la presencia del concilio,
gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta
por causa del Nombre
(de Jesús).

Hechos 5:41.



Cristianos, esta fe de origen divino es nuestra riqueza. Fue demostrada viva y poderosamente a través de la vida de personas débiles en apariencia, pero que triunfaron al seguir a Jesús. Hoy, en nuestros países llamados cristianizados, a veces quizá temamos dar testimonio de nuestra fe, por miedo a ser rechazados o menospreciados. ¡Que podamos mantenernos firmes por la gracia de Dios, a pesar de la oposición!





No temas en nada lo que vas a padecer… Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.
Apocalipsis 2:10.

Jonas y Jesus

Jonás significa en hebreo “Paloma” y éste era el nombre de un profeta israelita que en el año 780 antes de Cristo, aproximadamente, tuvo el encargo de parte de Dios de ir a la gran ciudad de Nínive, la capital de Asiria, a anunciarles que Dios los iba a destruir como castigo por todos sus pecados. Jesús por su parte significa en hebreo “Dios salva” y éste es el nombre del Mesías, Dios hecho carne, el cual también tuvo como encargo de parte de Dios de ir a la nación de Israel, como profeta, y anunciar al igual que Jonás que era necesario que se arrepintieran de sus pecados porque el juicio de Dios venía para todos.

Entre Jonás y Jesús hay algunas similitudes y diferencias que vale la pena mirar para sacar conclusiones. Entre las similitudes están los hechos de que ambos eran israelitas, eran profetas y estuvieron tres días en una tumba de la que luego salieron. En el caso de Jonás fue tragado por un gran pez que lo tuvo en su vientre durante tres días y luego lo vomitó en tierra. En el caso de Jesús, estuvo muerto tres días en el sepulcro y luego resucitó en gloria y subió al cielo para sentarse a la diestra de Dios Padre. Los tres días de Jonás dentro del gran pez fueron una señal para el pueblo judío, dada con 800 años de anticipación, de que el Mesías tendría que morir, pero que al tercer día resucitaría.

Ahora las grandes diferencias entre estos dos mensajeros de Dios. Jonás era un rebelde, Dios le dijo que fuera a Nínive a predicar y Jonás se embarcó para Tarsis, en sentido contrario y bien lejos del objetivo. Jesús en cambio no se atrevió a salir de las fronteras de Palestina, ya que esa era la orden, y sólo se movía entre Judea, en el sur, y Galilea, en el norte, y llegó a estar en Samaria, en la mitad de ambas provincias. Jonás odiaba a la gente a la que tenía que predicarle. Jesús amó tanto a sus oyentes que hasta dio su vida por ellos. Jonás se enojaba contra Dios porque perdonaba a los que se arrepentían, en lugar de castigarlos. Jesús oraba por sus enemigos y se alegraba inmensamente cuando se arrepentían y recibían perdón. Jonás era un simple hombre que pretendía enseñarle a Dios cómo hacer las cosas. Jesús era Dios y aprendió a ser un simple hombre obediente, hasta la muerte, y muerte de cruz. ¿Qué prefieres, un Jonás gruñón o un Jesús de amor?

Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.

4.28.2010

Las Malas Actitudes Danan Las Buenas Obras


¿Alguna vez has vivido la experiencia de comprar en algún lugar donde el vendedor pareciera odiar su trabajo, odiarte a ti y odiar tener que atenderte? ¿O has ido a un restaurante donde el camarero es tan malgeniado que has preferido comer simple y usar tu pañuelo antes que llamarlo para pedirle un salero y una servilleta? ¿O puedes recordar a esos profesores que en lugar de motivar y ayudar a sus alumnos a aprender y superarse parecían disfrutar hasta con una risita macabra haciéndoles perder la materia? ¿O alguna vez te ha tocado un médico regañón que en lugar de mostrar interés por tu salud pareciera ser tu papá que se ha enojado porque estás enfermo y te va a castigar?

Todas estas personas aunque sepan hacer su trabajo y cumplan con sus deberes están dañando sus buenas obras y dejando una pésima imagen en la gente que atienden, sencillamente porque tienen una mala actitud. Y lo mismo pasa en la vida espiritual del cristiano, podemos obedecer a Dios, pero hacerlo por los motivos incorrectos y por ello con una actitud incorrecta, y como resultado de nuestro mal proceder las buenas obras que hicimos no cuentan a nuestro favor y es peor que no haberlas hecho nunca. Por ello el apóstol Pablo expresaba en su primera carta a los corintios en el capítulo 13 que si él fuera el “Supermán” espiritual que habla en lenguas humanas y angélicas, que profetiza, que entiende todos los misterios y toda la ciencia y por ello escribe libros maravillosos y da conferencias espectaculares, que tiene tanta fe que es capaz de mover la Cordillera de los Andes y echarla al mar delante de las cámaras de la CNN, que vende todas sus posesiones y les envía el dinero a los niños pobres de África y que es capaz de entregar su cuerpo para que los perseguidores de los cristianos lo quemen vivo, tal y como lo hacía en su época el emperador romano Nerón en los terrenos donde hoy en día se ha construido la catedral de San Pedro, pero… no tiene amor, de nada le valió todo lo que hizo, porque una mala actitud echó a perder todo su lindo trabajo. Vale la pena que desde el simple cristiano que limpia los baños hasta el pastor que dirige un ministerio de millones de dólares y miles de ovejas se pongan la mano en el corazón y mediten en la actitud con la que están trabajando, porque si no están destilando amor, están mal.

Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.

4.27.2010

Cazando Zorras Pequenas

Los pequeños malos detalles cuando se hacen frecuentes se tornan en muy peligrosos, pues por ser pequeños pasan inadvertidos por nuestro puesto de control, ya que cruzan de a uno por uno, pero cuando se juntan se convierten en un gigantesco problema. Tal vez no le prestes atención a una hormiga que anda merodeando por un poco de miel que regaste sobre la mesa, pero si no exterminas esa hormiga y limpias las pequeñas gotas del dulce, y te vas, cuando regreses ya no vas a encontrar una hormiga, sino un enorme ejército que ha hecho camino desde la pared hasta tu mesa de comedor. Y así también acontece con esos minúsculos y odiosos detalles de nuestra parte cuando no se corrigen y se hacen repetitivos. Después de un tiempo dichas pequeñeces se convierten en enormes e inaguantables conductas que la gente no está dispuesta a soportar y que a nosotros nos cuesta superar, por cuanto se nos han vuelto hábitos.

El amigo que se la pasa pidiendo favores y le gasta la paciencia a su compañero sin considerar que una cosa es la amabilidad y otra la obligación. El marido que confunde la amorosa atención de su esposa con el trabajo forzado de una esclava. El hijo que no aprecia el voto de confianza que le dan sus padres y se imagina que el permiso para salir socialmente es un derecho que por fin se le reconoce. La mujer que no valora los esfuerzos de su esposo para darle gusto y cree que a los hombres hay que exprimirlos para que saquen el dinero escondido. Y el vecino que barre la basura hacia la casa del lado y estaciona el auto tapándole la salida del garaje pensando que la tolerancia es una autorización para ser abusivo. Son todos ellos pequeños detallitos que cuando se hacen constantes y se juntan provocan desastres. Sí, una pequeñez, una sola, se puede pasar por alto, pero cuando esas pequeñeces se repiten una y otra vez, terminan por minar la paciencia y provocan que en algún momento el globo no soporte más la presión y explote. Las zorras pequeñas son las que echan a perder las grandes viñas, los lindos matrimonios, las viejas amistades, los buenos negocios y la vida espiritual del cristiano que de a poco descuida su vida devocional creyendo que falló sólo un día y nada más.

Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.

4.26.2010

El Placer De Oler A Nuevo

Una de las cosas que desde chico resulta placentero hacer es oler las cosas que son nuevas, tales como los libros y cuadernos para la escuela, los zapatos, la ropa, los colores y lápices, los juguetes, etc. Sacar algo de su estuche original y olerlo es una agradable experiencia que a veces le era negada a quienes tenían que usar la ropa y los libros que les dejaba el hermano mayor. Y tal placer de oler las cosas nuevas se extiende toda la vida, a tal punto que cuando en una tienda te venden un producto que ha sido desempacado te lo dan más barato, no porque esté usado, sino porque estando nuevo ya se abrió su empaque. Y ni qué decir de los automóviles, que por el sólo hecho de haber sido sacados de la agencia ya se depreciaron, aunque todavía huelan a nuevo.

En la vida de un cristiano el placer de oler cosas nuevas es algo que se puede vivir dos veces cada día, sólo que en el área espiritual. Lo primero que se puede oler es el regalo de la misericordia de Dios, el cual cada mañana nos regala una nueva. No importa que la misericordia del día anterior esté en buen estado, todavía huela a recién estrenada y no se haya agotado, hay que desecharla, ya no sirve para el día siguiente, porque cada mañana Dios nos da una nueva, recién salida del horno, empacada y sellada, la cual debemos destapar, sacar de su estuche y estrenar con todo y su rico aroma a nuevo. Sí, cada día, el amor compasivo de Dios nos es dado en abundancia para poder pasar por alto los errores y “metidas de pata” que podamos tener en tanto que caminamos hacia la perfección. Y dicha misericordia la necesitamos nueva, porque sí que la consumimos rápido, ya que si no fuera por ella tendríamos que enfrentarnos al juicio diario de Dios, pero afortunadamente la misericordia triunfa sobre el juicio según enseña Santiago 2:13. Y lo segundo que podemos oler cada día a nuevo es a nosotros mismos. Mientras que la misericordia es un regalo que viene de fuera de nosotros, la “Renovación” es el placer de oler nosotros mismos a nuevo, de que el aroma y la apariencia a nuevo emane de nuestra humanidad, Y esto se hace una realidad cuando pedimos perdón a Dios por nuestros pecados y hacemos nuevo nuestro ser interior por la obra del Espíritu Santo, pues aunque nacemos de nuevo una sola vez podemos y debemos renovarnos cada día.

Tomado de:
"Devocionales en Pijama"
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.

4.23.2010

Una Necesidad

«Sólo los santos verán a Dios. La santidad es un requisito para el cielo. La perfección es un requerimiento para la eternidad. Desearíamos que no fuese así. Nos comportamos como si no lo fuera. Nuestro comportamiento parece indicar que los que son “decentes” verán a Dios. Damos a entender que los que se esfuerzan verán a Dios. Nos comportamos como si fuésemos buenos mientras que no hagamos nada malo. Y como si esa bondad bastara para darnos la entrada al cielo.
Esto nos parece bien, pero a Dios no. Y Él es quien establece las normas. La norma es elevada. “Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5.48).
Como has de saber, en el plan de Dios, Él es la norma de la perfección. No nos comparemos con otros; ellos están tan errados como nosotros. La meta es ser como Él; cualquier cosa inferior a esa meta es inadecuada».

Tomado de Lucado, M., y Gibbs, T. A. 2000. Gracia para todo momento . Caribe-Betania Editores: Nashville.

4.21.2010

No abras el paraguas hasta que empiece a llover

Hoy es el mañana por el que te preocupaste ayer. Cuando te preocupas no puedes hacer nada por el ayer que pasó, tampoco puedes controlar el mañana que aún no ha llegado, y por lo general, echar a perder el hoy que Dios te ha dado.

El futuro puede parecer aplastante, es por eso que Dios te lo da en paquetes de veinticuatro horas. Vive un día a la vez. El apóstol Pedro te dice: «echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros» (1 Pedro 5.7). Y Pablo expresa: «Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Filipenses 4.19).

¿Qué es lo que te preocupa? ¿Qué te hace perder el sueño? Yo no sé por lo que estás pasando, pero sí sé que Dios lo sabe. Recuerda que no necesitas una religión, sino una relación con Dios. No te preocupes por nada, sino ora por todo a Dios. Experimentarás la paz de Dios, la maravillosa paz que ningún humano puede entender, pero que es suficiente para ti.

La Palabra de Dios te dice hoy: «Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán» (Isaías 40.30, 31). Recuerda: «No abras el paraguas hasta que empiece a llover».

4.19.2010

Juzgar

Las palabras de Jesús en Mateo 7.1: «No juzguéis, para que no seáis juzgados» no son una condena a cualquier tipo de juicio. Dios prohíbe los juicios demasiado críticos, superficiales y equivocados. El Señor te llama al amor y la misericordia en los juicios que haces: «Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido» (Mateo 7.2). Al tener que hacer juicios no debes hacerlos «según las apariencias, sino juzgad con justo juicio» (Juan 7.24).
Jesús espera que hagas juicio con discernimiento: «No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos» (v. 6). «Cerdos» y «perros» en este versículo se refieren a personas enemigas empedernidas del evangelio, por lo tanto, debes juzgar con cuidado y bíblicamente.
Los cerdos y los perros eran animales inmundos según el Antiguo Testamento. Un hebreo nunca criaría cerdos como animales domésticos, ni tampoco tendría en casa a perros. Ante la hipocresía de los fariseos y su exhibicionismo religioso, está claro a quiénes tenía Jesucristo en mente cuando prohibió echar perlas a los cerdos. No eran los arrepentidos publicanos y pecadores.
Los cerdos y los perros representaban la antítesis espiritual de «quienes tienen hambre y sed de justicia» (Mateo 5.6). Estos estaban llenos de egoísmo y dispuestos, ayer y hoy, a rechazar el mensaje de Cristo. Pero los hambrientos espirituales de ayer y de hoy, quienes saben que están enfermos y necesitan un médico, lo dejarán todo por la verdad transformadora de Jesucristo, que calma la sed y satisface el alma.