10.15.2010

¡Ay! Hay un adolescente ahí

(Lucas 2:41-52).

Para muchos hogares un adolescente es un sinónimo de problema o conflicto al punto de que algunos erradamente asocian la palabra adolescente con adolecer, que significa causar dolencia o enfermedad, caer enfermo o padecer un defecto. Pero adolescente no tiene nada que ver con adolecer, es otra palabra con otra etimología. Adolescente viene del latín “adolescere” que significa criarse, estar creciendo, madurar. El vocablo está compuesto del prefijo “ad”, hacia, y el verbo “alescere”, crecer. En pocas palabras, es la etapa del crecimiento entre la infancia y la adultez y se ubica entre los 11 y 19 años. Y según la Organización Mundial de la Salud por cada cinco habitantes del planeta uno de ellos es un adolescente y el 85% se haya en países pobres o de medianos ingresos.

Pero la adolescencia no tiene que convertirse necesariamente en un infierno para chicos y padres, sino que puede ser una transición saludable para ambas partes. En la Biblia encontramos un breve relato en el que se menciona a Dios hecho ser humano y hecho un adolescente, sí, es increíble. Y de esa porción de las Escrituras se podría hablar en abundancia, pero por motivos de espacio sólo enfocaré un aspecto: la obediencia a los padres. Jesús, en plena adolescencia, crecía en sabiduría y estatura, y en gracia para con Dios y los hombres. No se puede uno imaginar a Jesús hoy en día con unos audífonos 24 horas al día en los oídos, desconectado del mundo como un autista, con un cuarto fétido, impenetrable y donde se encueva para no tener vida social con nadie y atado como con cordón umbilical a una computadora y un celular. Además hablándoles a sus padres entre dientes, con frases cortas y con una cara de enfado tal que pareciera que lo estuvieran torturando para que confesara algo. No, tampoco nos cabe en la cabeza a un Jesús diciéndole a José y María: “Saben qué viejos, ustedes no están a mi nivel, ya tengo 12 años y sé más teología que ustedes, hablo hebreo, arameo y griego. Tengo poderes que los dejaría boquiabiertos. Yo no voy a ser un pobre carpintero fracasado como tú papá. Es más, ustedes tendrían que arrodillarse ante mí, porque yo soy Dios, me entendieron. Y sepan que desde hoy haré lo que se me dé la gana”. No, ese no sería Jesús, sino el diablo.

No olvides entrar a www.comunicacionescristianas.com y registrarte, pues es necesario que los grandes medios de comunicación cristianos en el mundo se den cuenta de que el público está clamando a Dios por cosas nuevas, profesionales e impactantes para los no cristianos. Pero no lo hagas sólo, invita a unas 100 personas más.

Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.

10.14.2010

Dios dio y el Diablo robó, pero Jesucristo recobró

(1 Juan 3:7-9; Juan 10:10)

Dios hizo al hombre para que tuviera comunión directa con Él, pero a raíz del pecado en que el diablo le hizo incurrir, esa comunión se rompió, mas Cristo vino a restablecerla, pues Él es el camino al Padre, Él lo dijo: “nadie viene al Padre si no a través de mí”.

Dios hizo al hombre para que viviera eternamente, mas cuando el pecado entró en el mundo también entró la muerte, pero Jesucristo vino a traer de nuevo la vida eterna.

Dios hizo al hombre sin enfermedades, mas cuando el pecado se enseñoreó del hombre la enfermedad entró, pero Cristo vino a traer sanidad, es por eso que se hizo necesario que muriera con su cuerpo hecho una llaga ya que por su llaga hemos sido curados.

Dios dio al hombre una tierra bendecida para que la labrara, pero ella fue maldecida a consecuencia del pecado que trajo Satanás para que diera espinas y cardos, más Cristo le redimió llevándose esa maldición en una corona de espinas con la cual murió.

Dios dio al hombre plena libertad, pero Satanás le hizo pecar y lo ató a los malos deseos esclavizándolo al mal, mas Cristo vino a traer libertad a los cautivos y a romper ataduras de pecado para devolver al hombre la libertad de rechazar el mal y poder hacer el bien.

Dios dio al hombre un planeta lleno de recursos naturales para que lo administrara y le extrajera sus frutos, mas el pecado lo está destruyendo al punto de que la creación gime con dolores de parto, mas Cristo ha venido para redimirla también y hacer posible que la actual ya no exista más, sino que se reemplace por un cielo nuevo y una tierra nueva.

Dios dio al hombre provisión en abundancia para cubrir sus necesidades, pero el diablo trajo la miseria, mas Cristo se hizo pobre para que nosotros fuésemos enriquecidos en dicha pobreza, lo cual no quiere decir que todo cristiano deba ser millonario o fomentar la avaricia, sino que el Señor desea cubrir cada necesidad con una generosa provisión.

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“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
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10.12.2010

Yo no la resisto, yo huyo de ella

(1 Corintios 10:12-14)

Raúl se acercó al conferencista para plantearle con la mayor sinceridad cuán fuertes eran sus luchas para poder vencer las tentaciones que le asediaban como joven, pero éste le sorprendió con una sinceridad aún mayor, pues le habló con su corazón abierto, con la autoridad de un padre, con la comprensión de un amigo, sin santurronería y con fervor:

“Te agradezco que me cuentes cosas tan personales Raúl y confío en que Dios me use para ayudarte de manera práctica. Mira, cuando dices que te parezco una persona muy santa, muy sabia y que no tengo tentaciones como los demás seres humanos, es porque esa es la imagen idealizada que te has hecho de mí a partir de mis escritos y charlas que te parecen muy divertidas y espirituales, pero no porque me conozcas internamente. Si vieras dentro mí sabrías que soy exactamente igual a ti y a todos los demás. No existen cristianos que no tengan tentaciones, todos las tenemos, hasta Jesucristo las enfrentó. Y tendremos ese problema hasta que nos muramos. ¿Cómo crees que me siento cuando se me acercan esas mujeres despampanantes que huelen espectacular y me abrazan y me dicen que me admiran y que nadie habla tan lindo como yo? Primeramente tengo que concentrarme en mirarlas a los ojos y no hacia otras partes de su cuerpo. Porque ni soy ciego, ni soy de piedra, ni soy homosexual ni tengo problemas hormonales. Soy tan hombre como el resto de los mortales. Pero cuando llego al hotel termino de rodillas al lado de mi cama reconociendo mi debilidad y pidiéndole al Señor que su Espíritu Santo que mora en mí, me fortalezca en mi ser interior y me llene de su presencia. Después llamo a mi esposa y fortalezco mi amor y comunión con ella para que mis ojos sean sólo para ella y no para otra persona. Yo no quiero jugar al fuerte. Yo reconozco mi debilidad y clamo al fuerte de los fuertes para que me socorra. No quiero oír la voz de la fama que me dice que me baje de la cruz, donde estoy crucificado con Cristo, y vida la vida loca, no, yo sí quiero seguir muerto con Cristo, porque es la única manera de vencer con Cristo, además, porque Dios no puede confiar en vivos. Yo jamás enfrento la tentación, yo no la resisto, yo huyo de ella, la evito a más no poder. Lo mejor es no dar ocasión”.

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“Devocionales en Pijama”
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10.11.2010

El circuito divino de la oración

(1 Juan 5:14-15)

El ciclo hidrológico es el proceso por el cual el agua del planeta se mantiene constante en cuanto a su cantidad y movimiento. El mismo se inicia cuando el agua de los océanos se vuelve gaseosa por la evaporación, va a la atmósfera y desde allí se precipita sobre la tierra en forma líquida o sólida para pasar por la escorrentía superficial o subterránea. En la superficial el agua se evapora sin penetrar en el suelo y en la subterránea el agua se filtra en la tierra y a través de los ríos regresa al océano, donde otra vez se evapora.

Al igual que el ciclo del agua, la oración que agrada a Dios también cumple un circuito, el cual se inicia cuando en el corazón de Dios Padre surge la iniciativa. Luego, a través del Espíritu Santo, esa plegaria es puesta en la mente y en los labios de un cristiano que se deja dirigir por Dios. Y cuando dicho intercesor se presenta ante Dios Padre, guiado por el Espíritu Santo, Jesucristo, el único mediador entre Dios y los hombres, toma esa oración y la presenta ante Dios Padre. En resumen, la oración conforme al corazón de Dios es aquella que nace en el Padre y vuelve al Padre después de cumplir un ciclo. Esta manera de ver la oración por supuesto que echa por tierra la idea popular de que orar es informarle a Dios, como si Él no lo supiera, cuáles son mis necesidades, y solicitarle que cuanto antes se digne responder positivamente. Esa manera de ver la oración hace ver a Dios como el camarero de un restaurante que se nos acerca y no dice: “hola, qué desean pedir para hoy”. Pero la Biblia en ninguna parte nos alienta a pensar así. Orar no es pasarle un memorial petitorio a Dios. Orar no es solicitarle al Señor que nos despache un pedido a domicilio. Es por lo mismo que el apóstol Juan les decía a sus discípulos que ellos pedían y no recibían nada porque lo hacían mal, para satisfacer sus deleites. El apóstol Judas, por su parte, no el Iscariote sino el hermano de Jesús, aconsejaba orar en el Espíritu Santo, es decir, guiado por Él. Y Pablo le escribía a los romanos diciéndoles que como no sabemos qué pedir, el Espíritu Santo intercede a través de nosotros guiándonos inclusive a usar lenguaje no verbal y hasta gemidos indecibles. ¡Debemos orar para que Dios nos informe sus peticiones, no para nosotros informarle las nuestras!

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