11.04.2010

Lo que pasa es que…

(Juan 5:1-9)

Las excusas son argumentos que esgrimimos para explicar el por qué algo no salió como debió ser. Y aunque algunas son verdaderas justificaciones, la gran mayoría son sólo mentiras, pero tan bien disfrazadas de verdades que hasta uno se las cree. Y entre las inconveniencias de las excusas están el hecho de que son adictivas, nos hacen mala fama, no nos dejan enfrentar el verdadero problema por el cual no hicimos o no dijimos lo que debimos y frena la GRACIA de Dios, pues no deja que pueda actuar y ayudarnos.

Aunque suene raro hay algo que Dios nunca podrá perdonar: las excusas. Sí, la sangre de Jesucristo se hace inocua ante las disculpas, pues dicha sangre sólo es efectiva ante los pecados confesos de alguien arrepentido; de manera que si una persona no admite su culpa, no asume su responsabilidad, Dios queda maniatado y nada puede hacer. Pero claro, se trata del caso del que realmente ha pecado, no del inocente que nada debe confesar. En cierta ocasión Jesús se acercó a un hombre paralítico que llevaba 38 años enfermo y que yacía junto a un estanque que en hebreo se llamaba Betzatá. No era él el único enfermo allí, sino que había otros tales como ciegos, cojos y paralíticos. Pero Jesús se acercó específicamente a él y con una pregunta: “¿Quieres que Dios te sane?” ¿Y qué contestó el hombre? Se puso a explicarle el por qué no había sido sanado. Ese sujeto estaba frenando la GRACIA de Dios. Claro que era un pecador, el mismo Jesús, en el versículo 14, le dice que no peque más, de manera que se acercó a él a sabiendas de que era un pecador. Pero Jesús no fue a él para restregarle su pecado y decirle que era un gusano miserable que se merecía estar allí tirado. No, Jesús fue a verlo para llevarle su GRACIA, su favor inmerecido, su amor. Ese personaje no merecía ser sanado, pero la GRACIA de Dios no se da por méritos, sino por misericordia. Y Dios estaba dispuesto a cambiarle la vida a ese paralítico, a sanarle su cuerpo, su alma y su espíritu. Aunque este hombre estaba tan acostumbrado a sacar excusas que pensó que Jesús le reprochaba el no haberse sanado. Mas Dios mismo le estaba visitando para preguntarle si deseaba ser sanado. Y lo sanó. A pesar de que el interrogado nunca le dijo que sí. ¿Qué tal si hoy dejas de inventar excusas, reconoces tu pecado y aceptas la GRACIA de Dios para ti?

Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.

11.01.2010

Cuando abre la boca se le ve el corazón

(Lucas 6:43-45)

Si antes del siglo XIX, cuando aún no se había desarrollado la microbiología, le dijeras a una persona que analizando una muestra de orina o de heces fecales se pudiera saber qué pudo haber ocasionado una enfermedad en alguien, seguramente pensaría o que estás loco, o que eres un sucio o que practicas una nueva forma de hechicería. Pero hoy sabemos que un bacteriólogo, estudiando dichas secreciones tan poco glamorosas, pudiera decirnos qué clase de agente patógeno es el que ha enfermado a un paciente.

Hace dos mil años Jesucristo enseñó que tú también puedes darte cuenta de qué clase de patología puede haber en el corazón de una persona analizando sólo una porción de sus secreciones verbales. El Señor dijo que de la abundancia del corazón habla la boca, y por supuesto no sólo se refería a las palabras habladas, sino también a las escritas y a otras formas de expresión tales como la pintura, la escultura, la música, la danza, etc. Él explicaba que es posible saber cómo está el corazón de alguien con sólo analizar lo que expresa, porque lo que dice es el asomo de aquello que abunda en su interior y busca salida de alguna manera. Claro que Jesús lo expresó de manera simple a sus oyentes de ese tiempo, mas hoy sabemos cuánta profundidad había en su lección. Así es que el que le escuchó pudo perfectamente hacerle un pequeño psicoanálisis a aquel que siempre anda contando chistes de doble sentido donde la sexualidad es vulgarizada. También le permitió ver la inseguridad de aquella persona que se la pasa criticando y diciendo que a tal actriz se le notan las desastrosas cirugías que le han hecho y que a tal cantante se le ven horribles las inyecciones de botox. Pudo de igual manera ver las terribles heridas en el corazón del que dice sarcasmos todo el tiempo y que aún sus amigos se asustan cuando va a decir un chiste, pues no saben qué clase de veneno lanzará y contra quién en otra ironía disfrazada de buen humor. Y así pudo conocer otros corazones enfermos, como el del que sólo habla de enfermedades, o del quejumbroso, o el del “pobrecito”. Pero también vio corazones hermosos, como el del que habla o escribe bellezas, y cuyas pinturas, canciones, danzas y otras expresiones del corazón son para bien de los demás. Sí, deja que tu corazón se llene de Dios y se exprese de muchas formas, para bendecir.

Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor