11.09.2011

Gracias a estos desgraciados disfruto de la “Gracia”



El deseo de vengarse es un combustible que motiva a triunfar en la vida para así tener la satisfacción algún día de mirar a la cara a todos aquellos que te hicieron la vida amarga y decirles:

“Miren, pedazos de alcornoque, aquí estoy, cosechando éxitos, saliendo adelante a pesar de haberse negado a ayudarme, a pesar de sus burlas e incredulidad. Y así como me hicieron la vida bien miserable, ahora se las voy a cobrar una por una”.

El grave problema con el deseo de vengarse es que es un veneno que causa daños mucho más graves en quien lo ha guardado que en quien es vaciado.

El que está herido emocionalmente pude sentirse motivado a triunfar para cobrar revancha, pero al final, en lugar de saborear la miel de sus logros, se autodestruirá con la hiel de su amargura.

Una historia ejemplar es la que relata la Biblia en el libro de Génesis sobre José, el hijo de Jacob. Este chico sufrió la envidia y el odio ni más ni menos que de sus hermanos de sangre.

Aunque quisieron matarlo, prefirieron venderlo como esclavo a Egipto, lugar donde sufrió muchas calamidades, aunque después de unos años llegó a convertirse en el primer ministro de esa potencia de la época.

¡Qué sorpresa se llevaron sus hermanos cuando él se descubre ante ellos! ¿Quién se iba a imaginar que el niñito consentido de Jacob era ese mismo señor poderoso que estaba allí manejando la economía mundial?

La oportunidad para cobrar venganza le vino como anillo al dedo. Ahí los tenía, para torcerles el cuello y hacerles pagar cada una de sus fechorías a esos sinvergüenzas, a esos desgraciados.

Sí, desgraciados porque no estaban disfrutando la gracia de Dios, la bondad de sus mercedes. Y eso fue lo que entendió José, por eso su actitud fue otra, la del perdón.

Y por ello de inmediato les calmó los nervios y les dijo que no se asustaran, que todo lo que había sucedido, aunque fuese desagradable en un principio, había sido para el bien de él y de ellos, pues fruto de su situación privilegiada ahora estaban todos a salvo bajo su cuidado y protección.

Gracias a esos desgraciados, él disfrutaba de la Gracia de Dios. Sí, el deseo de vengarse puede ser un combustible para la motivación a triunfar, pero es venenoso.

Usa otro que es mejor: el de compartir tus bendiciones. Sólo recuérdalo por si te hieren en la familia, en el trabajo, en el amor, o hasta en la iglesia.



Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
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