9.15.2010

Las marcas imborrables de los padres

 
(Efesios 6:4)

Mi madre me enseñó lo que es un trabajo bien hecho: “si se van a matar háganlo afuera que acabo de limpiar”. Mi madre me enseñó espiritualidad: “mejor reza para que esta mancha salga de la alfombra”. Mi madre me enseñó lo que es la ósmosis: “cierra la boca y come”, Mi madre me enseñó meteorología: “parece que un huracán pasó por tu cuarto”. Mi madre me enseñó mesura: “Ya te he dicho un millón de veces que no seas exagerado.” Mi madre me enseñó el ciclo de la vida: “te traje a este mundo y te puedo sacar de él”. Mi madre me enseñó a ser ventrílocuo: “cállate y dime por qué lo hiciste”. Mi madre me enseñó ortodoncia: “me contestas y te estampo los dientes en la pared.”

Sí se puede aprender mucho de los padres, y algo que nunca se puede dejar de ver son las marcas que dejan de por vida en sus hijos. No las cicatrices de un abuso físico, sino las marcas de un abuso verbal y psicológico. Padres y madres que profetizaron sobre sus hijos maldiciones: “Ya te veré llena de hijos y sufriendo y arrastrándote”. “Un bueno para nada, eso eres, un inservible”. “Tú fuiste mi peor error, no sé para que te traje a este mundo”. “Igualito a tu padre, así tenías que salir, miserable, mala clase.” “Igualita a tu madre, así saliste, rebelde y sinvergüenza”. “Jamás, óyeme bien, jamás, nunca en la vida vas a poder prosperar, toda la vida vas a ser un arrancado muerto de hambre”. Maldecir no es decir “te maldigo”, o “maldito seas”, sino que es proferir sobre una persona malos deseos. Lo contrario es bendecir, o bien decir, que es declarar sobre su vida un futuro lleno de bienestar. La bendición en la Biblia de los padres hacia los hijos no era hacer la señal de la cruz con la mano derecha, sino ponerles las manos sobre la cabeza, cuando era factible, e invocar sobre ellos el favor de Dios recordándole al Señor promesas de bien que Él había hecho a sus antepasados. Tal vez usted piense que sus hijos no son una joyita, sino una espina, pero aún así usted puede dejar en sus vidas marcas que los van a acompañar toda su vida, hasta el día de su muerte. Usted por ejemplo podrá declarar sobre ellos: “tu vida ya está en las manos del Señor, y quieras o no, jamás, nunca, podrás librarte de mi amor y del amor de Dios. Su favor siempre irá contigo. No importa lo que estés pasando ahora, llegarás a los pies de Jesucristo y serás una persona de éxito”.


Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.

9.14.2010

La Casa Del Terror



(Proverbios 2:19)

La casa del terror pudiera ser la carpa que se instala en las ferias de juegos mecánicos y a donde se entra pagando para que lo asusten. Es un espacio que han aprovechado al máximo construyendo en él pasadizos estrechos, oscuros y con decorado tenebroso. La casa del terror pudiera ser también el local comercial donde venden disfraces y bromas para provocar miedo y que son usados en fiestas o eventos sociales. Y la casa del terror pudiera ser el hogar al que nadie quiere llegar porque en él vive un monstruo con una lengua horrorosa que hace problema por todo, se queja por todo y reclama por todo.

Y la peor de las tres casas de terror es la última, porque al fin y al cabo la del parque de atracciones mecánicas y la de venta de disfraces y bromas son para diversión y duran sólo unos pocos minutos. En cambio, la de la persona malgeniada, pendenciera o celosa es una tortura china que hay que soportar día a día, hora tras hora, minuto tras minuto y segundo tras segundo. Es una tensión emocional permanente que destroza los nervios de todos los que viven bajo el mismo techo. Ese tipo de seres humanos se vuelven unos vampiros que te succionan la sangre del entusiasmo, te roban la alegría de la vida y te dejan pálido, maltrecho y tirado como desecho. Son unos Frankestein con tornillos en el cuello que andan buscando con lupa cualquier mínimo error para armarte el escándalo del siglo. Son los muñequitos Chuckie del terror que se la pasan haciendo mala cara y se pelean con los vecinos, el lechero, el panadero y el vigilante del barrio. Para estos seres las señoras de enfrente son unas viejas brujas y los niños, los perros y gatos de al lado son insoportables. Lo anterior pareciera película de espanto, pero es la vida real, porque gente así la hay por todas partes. Y lo peor es que estos individuos no se dan cuenta de que ellos son los que hacen de cualquier cielo un infierno. Según sus razonamientos el mundo entero está mal y los únicos buenos son ellos mismos. Si tan sólo se miraran al espejo y se dieran cuenta de que con su actitud se amargan la vida y se la amargan a los demás. Si tan sólo dejarán de fastidiarse a sí mismos y fastidiar a los otros. Y si tan sólo sembraran amor en lugar de discordia, harían de cualquier infierno, el más bello cielo.


Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.

9.13.2010

¿Podría el diablo ser un buen predicador?



(Santiago 2:19; Juan 1:12-13)

El diablo cree en Dios, jamás duda de su existencia, conoce toda la Biblia, es experto teólogo, sabe de homilética, hermenéutica, escatología y conoce los idiomas griego, hebreo y arameo en los cuales se escribió la Biblia. Además produce excelente música, consigue finanzas, maneja las masas, entretiene a la gente, cuenta historias fantásticas y hasta hace milagros. ¿Qué le falta para ser un buen predicador? “Vivir lo que predica”.

No es el conocimiento bíblico lo que me hace cristiano, es el aplicar ese conocimiento a mi propia vida. El diablo tiene las capacidades para triunfar como predicador del siglo XXI, mas le falta la más importante, convertirse en cristiano. ¿Y qué es ser un cristiano? No es asistir a una iglesia, o pertenecer a una organización cristiana, o tener información bíblica, o llevar una vida religiosa. Básicamente un cristiano es un ser humano nacido de nuevo a nivel espiritual. Es alguien que ha muerto a una vida sin Dios, se ha crucificado con Cristo y ha resucitado con Cristo para vivir una nueva vida haciendo su voluntad por siempre. Es la persona que ha nacido de nuevo por el agua (la Palabra de Dios) y por el Espíritu (el Espíritu Santo que lo engendra). Satanás o diablo es experto falsificador, sus mentiras alcanzan tal perfección que es sumamente difícil reconocerlas y diferenciarlas de la verdad. Es por ello que se hace necesario ser crítico en cuanto a juzgar o analizar a profundidad cuanto vemos u oímos para saber si proviene o no de Dios. Y así como hay detallitos para diferenciar un billete bueno de uno falso, en la espiritualidad también hay esos detallitos. Uno de ellos es ver los frutos de alguien que se auto denomina cristiano. Jesús enseñó que sólo el buen árbol da buenos frutos. Y en el caso del cristiano, aunque puede pecar, lo reconoce, se arrepiente, pide perdón y procura no reincidir, pues ama la santidad. El diablo en cambio vive haciendo lo malo y nunca se arrepiente de nada. Un cristiano es hijo de Dios, el diablo, no. Un cristiano espera un futuro glorioso en el cielo. El diablo, con sus ángeles y servidores, espera el infierno, pues ya fue juzgado. El diablo sí podría disfrazarse como buen predicador, pero jamás podría decirle a Dios:”Tú eres mi papá y yo soy su hijo”. ¡Qué espectacular que suena eso! ¡Y qué fascinante se vive eso!

Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.

9.03.2010

Cuidado con los pasajeros con quienes viajas.


(Proverbios 1:10)
 
Hay muchos viajes en la vida en los que uno no puede escoger con quiénes viajar, pues todo el que pueda pagar su pasaje podrá ir en el mismo medio de transporte. Pero sí podemos escoger cómo relacionarnos con esos compañeros de viaje. Y esto no sólo se aplica a recorridos en tren, barco, avión o autobús, sino a trayectos en los que uno va hacia una meta definida en la vida y debe compartir espacio con otras personas poco deseables, llámense compañeros de estudio, colegas de trabajo, vecinos o familiares. El hecho es que esos seres incómodos no se van a desaparecer ni se van a hacer invisibles. Allí están, allí estarán y con ellos, queramos o no, hay que compartir el itinerario.

Con un humor se ha dicho que en el Arca de Noé el patriarca debió llevar tres pasajeros indeseables, pero al fin y al cabo eran huéspedes que habían hecho sus reservaciones. El primero de ellos era el pájaro carpintero, animalito al que le fascina hacer huecos en la madera. ¡Imagínense el peligro! Dónde se acomoda a un ser así que en lugar de ofrecer seguridad más bien nos invita a vigilarlo constantemente, pues en cualquier momento nos hace un hueco, se nos entra el agua y nos hundimos. Así hay personas, que en lugar de ser un punto de apoyo para impulsarnos y salir adelante, más bien nos picotean los planes y sueños y nos hunden en el desánimo. El otro animal es el mono, personaje este que cree que en la vida todo es fiesta, todo es juerga, que nada se toma en serio, que no se hacen planes, que no se tiene disciplina, que no se ahorra, que no se piensa bien cada cosa que se va a decir o hacer. Y así hay individuos con los que viajamos en la vida, que en lugar de animarnos a subir más y más, por el contrario nos invitan a resbalarnos desde la altura que hemos alcanzado sólo para disfrutar el vértigo de la caída. Y no les importa que otra vez tengamos que empezar a escalar desde cero, ya que tan pronto nos elevamos un poco, otra vez nos incitan a tirarnos. Y el tercer animal es la serpiente, que siempre viene a indisponer a todos para que sean rebeldes. Que si Noé dice negro, todos deben gritar blanco. Y así hay gente, es la que siempre propone negocios torcidos y rebeldía sin motivo. Recibamos entonces el consejo del sabio Salomón en la Biblia: “si no puedes evitar a los pecadores, pues no los consientas, sé firme y ponlos en su sitio”.

Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.

8.27.2010

Ganando sin palabra a los que no creen en la Palabra


(1 Pedro 3:1-2)

Si convencer a alguien para que piense como uno usando meramente palabras es difícil, imagínese cómo será de complicado lograr que una persona no sólo quede convencida, sino que también nos siga. Para ser convincente con palabras hay que saber hilvanar argumentos de manera inteligente. Pero para arrastrar se necesita algo más poderoso que un discurso, se necesita ser un vivo ejemplo de lo que se dice. Bien reza un aforismo popular: “si las palabras convencen el buen ejemplo arrastra”. Y es muy sabio, pues la gente quiere ver que lo que decimos con nuestra boca se evidencia en lo que vivimos. Y podrán refutar un argumento, pero cómo contradecir un buen ejemplo. No hay manera, porque lo dicho se corrobora con hechos, hay una comprobación de lo expuesto.

El apóstol Pedro aconsejando a las mujeres cristianas acerca de cómo lograr que un marido testarudo se convenza de la verdad de la fe en Cristo y crea en Él y le siga, les dice que no opten por el camino de sermonearle, de llenarle la cabeza con palabras y argumentos teológicos. Que en lugar de agarrarlo a bibliazos, decidan modelar sus tesis. Que no intenten conquistarlos verbalmente, sino luciendo el cristianismo en sus vidas. Les pide que ganen a sus esposos a la Palabra de Dios sin necesidad de decir palabras. Cosa difícil para una mujer, pero no imposible, puesto que por su diseño cerebral ellas tienden a verbalizar todo lo que piensan y sienten. Es por ello que hay que predicar al estilo de la reina Esther, quien en su libro de la Biblia no menciona a Dios por ninguna parte, pero sí hizo para Dios su parte, y libró a la raza judía de un exterminio aberrante. La meta entonces debe ser no sólo convencer, sino arrastrar, lograr que el no cristiano al ver la veracidad de nuestros argumentos puestos en escena en la vida diaria, se rinda a Cristo. Esto es predicar sin hablar, cosa muy extraña en los círculos cristianos, pues hemos creído que si no usamos terminología religiosa, sino disparamos unos cuantos versículos y si no decimos unos cuantos amenes y aleluyas, entonces nos estamos avergonzando del Señor y no estamos anunciando su Palabra. Pero la verdad es que al proceder de manera tan imprudente nos tornamos en fastidiosos e indeseables para los demás. Es mejor que desde hoy decidamos hablar menos, modelar más y ganar más.

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“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.

7.13.2010

Oye a tu padre y no desprecies a tu madre

(Proverbios 1: 8-9)

Cuando el sabio Salomón escribe en su libro de Proverbios que un hijo debe seguir la instrucción de su padre y la dirección de su madre lo está diciendo dentro de un contexto judío en el cual el papá y la mamá no son unos delincuentes que abusan de sus hijos, sino dos seres de bien que están interesados auténticamente en el bienestar de sus descendientes y que están cumpliendo con el papel de educadores y guías espirituales dentro del hogar. La ley de Moisés había enfatizado el hecho de que la instrucción temprana se debía dar en la casa, no endosársela ni a la iglesia, ni a la escuela, ni al gobierno.

Es por ello que el papá y la mamá no sólo preparaban a sus hijos para un oficio determinado en la vida, sino que le enseñaban todo lo concerniente a las leyes de Dios exigiéndoles que fuesen capaces de recitar “La Torá” (los libros de la ley) de memoria tal y como hoy en día un jovencito canta el himno de su país. Por eso no debe extrañarnos que a los 12 años, como un típico chico de su edad, Jesús ya fuese capaz de hablar sobre la ley con los doctores en teología en Jerusalén, sin haber pasado por una escuela rabínica. Aunque por supuesto Él rebasaba en inteligencia a sus amigos, pues no sólo preguntaba, sino que respondía a preguntas difíciles y asombraba por ello. En contraste con la manera de pensar que recomienda el sabio Salomón a los hijos con respecto a los padres, un conocido chiste dice que los jóvenes evolucionan así: A los 8 años, mis padres son unos genios. A los 15 años, mis padres no me comprenden. A los 20 años, mis padres son unos anticuados. A los 30 años, mis padres a veces tienen razón. A los 40 años, mis padres tienen mucha experiencia. A los 50 años, mis padres siempre tenían razón. A los 60 años, lástima que mis viejos ya no estén, eran unos genios. No reaccionemos demasiado tarde, aprendamos a conversar con los padres, a oír sus consejos, a escuchar atentamente de sus experiencias, a beber de su sabiduría y a no despreciarlos u ofenderlos con gestos o frases hirientes, aunque no compartamos algunos de sus criterios. Es una lástima que algunos hijos por haber alcanzado mayores logros académicos o financieros que sus progenitores, se sientan superiores a ellos.

Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.

7.12.2010

Mentiroso, Mentiroso

(Efesios 4:25)

En la película “Mentiroso, mentiroso” el comediante Jim Carrey personifica a un abogado que es muy mentiroso y que siempre le está quedando mal a su pequeño hijo. El niño pide como deseo que su padre nunca más diga mentiras, y así es como se dan escenas muy graciosas en que el protagonista piensa para decir una mentira, pero cuando abre la boca para hablar, para asombro de él mismo, se haya diciendo la verdad. Es algo que él no puede evitar, al punto de taparse la boca con sus dos manos.

¿Se imaginan que eso sucediera en la vida real con los jóvenes y adolescentes varones que andan destrozando los corazones de tantas niñas? Imagínense que un chico va con aires de galán donde una hermosa jovencita y piensa en recitarle la misma cartilla que le dice a todas: “Para mí tú eres la más bonita. De veras, y no sólo eres la mujer más bella que he visto, sino la más inteligente. Te digo la verdad, desde que te conocí no dejo de pensar en ti ni un minuto. A mí me gustaría que nosotros tuviésemos algo más que una amistad, porque si no, yo no voy a poder vivir. Es más, yo te veo y siento que se me va a salir el corazón. Yo te aseguro que ninguno de tus amigos te puede querer más que yo”. Pero sucede algo extraño, cuando el joven abre la boca para soltar su libreto, sin poder evitarlo, se le salen otras palabras: “Te digo la verdad, tú eres muy bonita., pero no creo que seas la más bonita de todas ni la más inteligente. Por la casa de mi abuela hay unas niñas tan bonitas como tú. Y tú me atraes, es verdad, pero también me atraen como cinco chicas más en el colegio. Y como estoy en una etapa donde mis hormonas están en ebullición y emocionalmente soy inestable y estoy descubriéndome a mí mismo, pues no te puedo halagar el oído simplemente para que te enamores de mí. Eso no sería honesto. No puedo dañarte. No puedo jugar con tus sentimientos. Así como no quisiera que una amiga me hiciera creer que se enamoró de mí y me entusiasmara y luego me dejara como a un trapo sucio, yo tampoco puedo hacerte eso. Voy a respetarte. No voy a llenarte la cabeza de cuentos sólo para pasar un rato agradable satisfaciendo mis instintos. No es justo que juegue con tu corazón. Creo que mereces respeto y no ser simplemente un trofeo más para demostrarle a los demás y demostrarme a mí mismo que soy todo un galán”.

Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.

6.02.2010

TENER CONFIANZA

¿En Quién Tener Confianza?

La Biblia nos invita a admirar la “paciencia” de Job (Santiago 5:11). Pero este hombre “perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”, mantenía en su corazón una secreta satisfacción de sí mismo. Le sobrevinieron las pruebas, la miseria, la enfermedad y finalmente las injustas insinuaciones de sus amigos. Al final Job perdió la paciencia. Exasperado, proclamó sus buenas obras y la perfección de su conducta.

Entonces Dios se reveló a él, primero por medio de un mensajero fiel, Eliú, y luego directamente. En este contacto con Dios, Job aprendió no sólo a conocer mejor a Dios, sino a conocerse a sí mismo (Job 42:5-6). Descubrió que todo lo bueno viene de Dios (Job 38:4-41). Así pasó de la confianza en sí mismo a la confianza total en Dios.

La historia de David y Goliat (1 Samuel 17) nos enseña que si la confianza en sí mismo puede hacer de uno un campeón orgulloso, la confianza en Dios nos hace vencedores. El gigante, muy consciente de su fuerza, desafiaba a todos a competir con él. El joven David confiaba humildemente en Dios. Aunque tenía su honda en la mano, no ponía su confianza en ella, pues dijo al gigante: “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre del Señor” (v. 45).

Ambos, Job y David, recibieron la recompensa a su confianza en Dios.

5.21.2010

¿Y dónde están los artistas y científicos de Dios?

(Éxodo 35:31)

Es muy usual que cuando a alguien le mencionamos el Espíritu Santo inmediatamente piensa en religión, o en gente brincando, llorando o cayéndose al piso. Pero casi nadie asocia al Espíritu Santo con un laboratorio, o una universidad, o la facultad de bellas artes, o el congreso de un país o una oficina de la ONU. Sin embargo, cuando leemos la Biblia encontramos casos como el de Bezaleel y Aholiab, dos caballeros judíos a quienes el Espíritu Santo, de manera sobrenatural, convirtió en artistas y científicos, las dos cosas, para lo cual, milagrosamente, debió desarrollar ambos hemisferios de sus cerebros, tanto el izquierdo, para ser científicos, como el derecho, para ser artistas. Y estos dos hombres nunca fueron a una universidad, pues eran esclavos en Egipto, sino que más bien fundaron una en el desierto, con la autorización de Moisés, para poder levantar a otros artistas y científicos que sirvieran en la obra del santuario para Dios.

Y hay otros casos como el del profeta Daniel, a quien el Espíritu Santo le una sabiduría sobrenatural para que durante 72 años ejerciera un ministerio de consejería a reyes, lo cual hizo con siete babilónicos (Nabopolasar, Nabucodonosor, Evil-Merodac, Neriglisar, Labas-Marduk, Nabonido, y Belsasar), uno meda (Darío) y uno persa (Ciro). Claro que si en esta época Daniel les dijera a sus líderes de la iglesia que el Espíritu Santo lo ha llenado para ir a la sede del gobierno de su país como asesor, seguramente lo pondrían en disciplina. Y tal vez hasta él mismo pensaría que es una locura. Fue por ello que lo secuestraron y llevaron al palacio real a estudiar en sus universidades ciencias y artes, aunque sin contaminarse jamás con una cultura que no se sometía ni a Dios ni a sus leyes, arriesgando inclusive su vida. Bezaleel, Aholiab, Daniel y otros, son ejemplos de cómo Dios, a través del Espíritu Santo, le da dones (Charismas en el griego del Nuevo Testamento) a una persona, para que cumpla un ministerio o servicio (Diakonia en el griego) como parte del trabajo de la iglesia de Cristo en el mundo. Pero al hablar de iglesia no pensemos en la local, la de un auditorio con sillas, instrumentos musicales y un púlpito, sino en la global, la que conforman millones de personas en el planeta tierra y que han sido redimidas por Jesús el Mesías. ¡Déjate usar por Dios a la manera de Dios!

Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
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