11.01.2010

Cuando abre la boca se le ve el corazón

(Lucas 6:43-45)

Si antes del siglo XIX, cuando aún no se había desarrollado la microbiología, le dijeras a una persona que analizando una muestra de orina o de heces fecales se pudiera saber qué pudo haber ocasionado una enfermedad en alguien, seguramente pensaría o que estás loco, o que eres un sucio o que practicas una nueva forma de hechicería. Pero hoy sabemos que un bacteriólogo, estudiando dichas secreciones tan poco glamorosas, pudiera decirnos qué clase de agente patógeno es el que ha enfermado a un paciente.

Hace dos mil años Jesucristo enseñó que tú también puedes darte cuenta de qué clase de patología puede haber en el corazón de una persona analizando sólo una porción de sus secreciones verbales. El Señor dijo que de la abundancia del corazón habla la boca, y por supuesto no sólo se refería a las palabras habladas, sino también a las escritas y a otras formas de expresión tales como la pintura, la escultura, la música, la danza, etc. Él explicaba que es posible saber cómo está el corazón de alguien con sólo analizar lo que expresa, porque lo que dice es el asomo de aquello que abunda en su interior y busca salida de alguna manera. Claro que Jesús lo expresó de manera simple a sus oyentes de ese tiempo, mas hoy sabemos cuánta profundidad había en su lección. Así es que el que le escuchó pudo perfectamente hacerle un pequeño psicoanálisis a aquel que siempre anda contando chistes de doble sentido donde la sexualidad es vulgarizada. También le permitió ver la inseguridad de aquella persona que se la pasa criticando y diciendo que a tal actriz se le notan las desastrosas cirugías que le han hecho y que a tal cantante se le ven horribles las inyecciones de botox. Pudo de igual manera ver las terribles heridas en el corazón del que dice sarcasmos todo el tiempo y que aún sus amigos se asustan cuando va a decir un chiste, pues no saben qué clase de veneno lanzará y contra quién en otra ironía disfrazada de buen humor. Y así pudo conocer otros corazones enfermos, como el del que sólo habla de enfermedades, o del quejumbroso, o el del “pobrecito”. Pero también vio corazones hermosos, como el del que habla o escribe bellezas, y cuyas pinturas, canciones, danzas y otras expresiones del corazón son para bien de los demás. Sí, deja que tu corazón se llene de Dios y se exprese de muchas formas, para bendecir.

Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor

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