11.14.2011

Presta como los bancos, con inteligencia


Los bancos no son entidades de beneficencia, sino industrias sin chimeneas encargadas de hacer más dinero del que tienen. No son organismos filantrópicos, sino empresas que prestan sólo al que les puede pagar y con intereses.

Ellos no existen para apoyarte en tus gestiones y materializar tus sueños, aunque se gasten millones en publicidad para hacértelo creer, sino para incrementar su capital, ya que si no calificas para un préstamo nunca lo tendrás, no importa que tu propósito sea noble o tu idea sea muy brillante.

Los únicos bancos que realmente se interesan en la vida de la gente y no en el capital que tienen son los bancos de sangre, el resto sólo existe para hacer más y más dinero.

Pero el fin de esta reflexión no es desacreditar a este tipo de empresas, pues como negocio su idea es ganar dinero, y eso no es ni delito ni pecado, siempre y cuando se haga de manera justa.

El objetivo de este tema es meditar en la forma inteligente como operan los bancos, los cuales sólo le prestan dinero al que tiene la capacidad de devolvérselo en un tiempo predeterminado y junto con los intereses.

Y de esto ya sabía Jesucristo cuando refiere la parábola de los talentos y regaña al tercero de los siervos, al malo, y lo acusa de negligente porque enterró el talento en lugar de haberlo llevado al banco para que ganara intereses. Y la moraleja no es que nos volvamos codiciosos, cosa que la Biblia condena, sino que seamos inteligentes, que aprovechemos al máximo los recursos que se nos dan, que no tiremos las cáscaras sino hasta cuando las hayamos exprimido completamente.

Para ser espiritual no hay que ser tonto, sino sabio. Y en este sentido hay un negocio que Dios nos plantea y que es excelente para el incremento seguro y efectivo del capital, no importa la cifra que se invierta. Se trata de prestarle a Dios. Sí, darle dinero en calidad de préstamo para que Él nos lo devuelva con altísimos rendimientos.

Y no es que Dios esté pobre o sin flujo de caja, sino que nos pide que le demos al pobre, al desvalido, al necesitado, a la persona que no tiene quien le tienda la mano.

El Señor nos dice que cuando alguien le regala a una persona pobre y lo hace con amor, esas dádivas tangibles e intangibles son préstamos que le estamos haciendo a Él mismo, y que Él se encargará de devolvérnoslo. ¡Adelante! ¡Haz un buen negocio!

Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.

11.09.2011

Gracias a estos desgraciados disfruto de la “Gracia”



El deseo de vengarse es un combustible que motiva a triunfar en la vida para así tener la satisfacción algún día de mirar a la cara a todos aquellos que te hicieron la vida amarga y decirles:

“Miren, pedazos de alcornoque, aquí estoy, cosechando éxitos, saliendo adelante a pesar de haberse negado a ayudarme, a pesar de sus burlas e incredulidad. Y así como me hicieron la vida bien miserable, ahora se las voy a cobrar una por una”.

El grave problema con el deseo de vengarse es que es un veneno que causa daños mucho más graves en quien lo ha guardado que en quien es vaciado.

El que está herido emocionalmente pude sentirse motivado a triunfar para cobrar revancha, pero al final, en lugar de saborear la miel de sus logros, se autodestruirá con la hiel de su amargura.

Una historia ejemplar es la que relata la Biblia en el libro de Génesis sobre José, el hijo de Jacob. Este chico sufrió la envidia y el odio ni más ni menos que de sus hermanos de sangre.

Aunque quisieron matarlo, prefirieron venderlo como esclavo a Egipto, lugar donde sufrió muchas calamidades, aunque después de unos años llegó a convertirse en el primer ministro de esa potencia de la época.

¡Qué sorpresa se llevaron sus hermanos cuando él se descubre ante ellos! ¿Quién se iba a imaginar que el niñito consentido de Jacob era ese mismo señor poderoso que estaba allí manejando la economía mundial?

La oportunidad para cobrar venganza le vino como anillo al dedo. Ahí los tenía, para torcerles el cuello y hacerles pagar cada una de sus fechorías a esos sinvergüenzas, a esos desgraciados.

Sí, desgraciados porque no estaban disfrutando la gracia de Dios, la bondad de sus mercedes. Y eso fue lo que entendió José, por eso su actitud fue otra, la del perdón.

Y por ello de inmediato les calmó los nervios y les dijo que no se asustaran, que todo lo que había sucedido, aunque fuese desagradable en un principio, había sido para el bien de él y de ellos, pues fruto de su situación privilegiada ahora estaban todos a salvo bajo su cuidado y protección.

Gracias a esos desgraciados, él disfrutaba de la Gracia de Dios. Sí, el deseo de vengarse puede ser un combustible para la motivación a triunfar, pero es venenoso.

Usa otro que es mejor: el de compartir tus bendiciones. Sólo recuérdalo por si te hieren en la familia, en el trabajo, en el amor, o hasta en la iglesia.



Tomado de:
“Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.